viernes, 23 de octubre de 2015

Intervención psicomotriz en pacientes con discapacidad intelectual

Basándose en una visión global de la persona, la psicomotricidad integra las interacciones cognitivas, emocionales, simbólicas y sensorio motrices en la capacidad de ser y de expresarse en un contexto psicosocial. La intervención psicomotriz se desarrolla y encuentra su aplicación cualquiera sea la edad, en los ámbitos preventivo, educativo, reeducativo y terapéutico. Un aspecto que es de incumbencia de la psicomotricidad, corresponde a la relación con el otro, por ello un objetivo importante a trabajar con los pacientes representa la socialización, es decir, la relación entre pares junto al sentimiento de pertenencia a un grupo. Por otra parte, la intervención propone trabajar diferentes áreas como el esquema corporal, la coordinación dinámica general, el tono, la lateralidad, la disociación de movimientos tanto en miembros superiores como en inferiores, la orientación temporal y espacial. En este aspecto, la psicomotricidad buscaría favorecer el conocimiento y el movimiento corporal, así como también influyendo en el estado anímico. Buscando también mediante el movimiento, el desarrollo del máximo potencial y el desarrollo global del individuo. El objetivo no sólo consiste en conseguir el bienestar de las personas participantes, sino que también se busca que alcancen el placer y diversión, realizando actividades corporales, así como también ejercitando procesos cognitivos tales como la atención, la percepción, la orientación témporo-espacial, actividades que conducirán hacia el restablecimiento de una imagen corporal positiva y el aumento de la autoestima. La psicomotricidad es aconsejable también como una terapia de complementación en el abordaje de la psicosis. En relación con la intervención de la terapia psicomotriz en los casos de trastornos severos de la personalidad. A propósito de la psicosis del paciente, las indicaciones de la reeducación psicomotriz forman parte del programa de acción terapéutica en sujetos que presentan dificultades considerables con la organización de su cuerpo y con la imagen de su cuerpo, se podría caracterizar la psicosis como determinada por la falta y la ausencia de integración de cuerpo vivenciado. Estos jóvenes viven constantemente desintegrados y se organizan alrededor de zonas autoeróticas mal integradas y no alrededor de su cuerpo integrado. Para abordar el concepto y la definición de la discapacidad intelectual, es conveniente aclarar ciertos aspectos terminológicos. A lo largo de los años las personas con ciertas dificultades intelectuales han sido rotuladas bajo diversos nombres. Muchas de estas nominaciones y etiquetas han estado influidas por las distintas tendencias sociales, por diversas teorías científicas o por las diferentes escuelas psicológicas. En este sentido se han de mencionar términos como: debilidad mental, subnormalidad y hasta “imbecilidad”. A estos términos se les ha añadido, con mayor o menor acierto, adjetivos para poder precisar las posibilidades educativas y adaptativas del individuo. Esas etiquetas no hacen más que limitar las posibilidades y potencialidades de las personas con discapacidad. La utilización de términos diferentes para definir una misma situación obedece a la concepción que cada escuela psicológica tiene con respecto a la etiología de la deficiencia mental. En las publicaciones más recientes, aparece el término de “retraso mental”. La OMS define al retraso mental como “un funcionamiento intelectual inferior, al término medio, con perturbaciones del aprendizaje, maduración y ajuste social, constituyendo un estado en el cual el desarrollo de la mente es incompleto o se detiene”. Una definición que parece ser más compartida por todos es la que nos ofrece la AAMR (American Association Mental Retardation): “El retraso mental se refiere a limitaciones sustanciales en el funcionamiento actual de las personas”. Se caracteriza por: Un funcionamiento intelectual significativamente inferior a la media, que se presenta conjuntamente con limitaciones en dos o más de las siguientes áreas de habilidad adaptativa: comunicación, cuidado de uno mismo, vida en el hogar, habilidades sociales, autorregulación, salud y seguridad, habilidades académicas funcionales, tiempo libre y trabajo. Se manifiesta antes de los dieciocho años. En esta definición se acentúa la visión de desarrollo de la persona como consecuencia de la interacción con los adultos y compañeros, en los diversos contextos como la familia, la escuela, la sociedad. Se basa en un enfoque más funcional e interactivo entre la persona con unas determinadas características intelectuales y los contextos donde ésta se desarrolla. El criterio de clasificación que se utiliza es el nivel intelectual, reflejado mediante el coeficiente intelectual (CI). Retraso mental leve: Nivel intelectual entre 50-55 y 70 de CI. Generalmente son capaces de cuidarse y de aprender destrezas académicas correspondientes al ciclo medio de enseñanza primaria. Desarrollan habilidades sociales con un nivel aceptable y de adultos trabajan en puestos competitivos, y no protegidos. La manifestación en su retraso aparece durante los años escolares, yendo por detrás de su edad cronológica. La mayoría no presenta etiología física identificable. Sólo un porcentaje pequeño de esta población presenta patologías orgánicas. Retraso mental moderado: Nivel intelectual entre 35-40 y 50-55 de CI. Desarrollan habitualmente las habilidades necesarias para comunicarse, muestran una coordinación motora aceptable, destrezas para cuidar de sí mismos, habilidades sociales y habilidades básicas para desempeñar un oficio. Con trabajo logran alcanzar el nivel correspondiente al primer ciclo de primaria en lectura, escritura y matemática. Una gran parte posee etiologías físicas como causa de su retraso. Retraso mental severo: Nivel intelectual entre 20-25 y 35-40 de CI. Algunos logran alcanzar parte de las destrezas necesarias en la vida cotidiana, aunque no llegan a ser semi- dependientes. Logran alcanzar una edad mental de 3 a 5 años. Retraso mental profundo: Nivel intelectual por debajo de 20 -25 de CI. Algunos logran aprender a caminar, comunicarse de modo funcional y atender a sus propias necesidades corporales. Muestran múltiples déficits y tienen poca conciencia de su entorno. Entre ellos hay mayor incidencia de déficits motores, sensoriales y físicos y mayor propensión a una muerte temprana. No alcanzan una edad mental superior a tres años. Características generales de las personas con discapacidad psíquica: - En general presentan un patrón de desarrollo con un ritmo más lento que el normal. - En muchas ocasiones suelen mostrar alteraciones de la mecánica corporal y alteraciones fisiológicas. - Generalmente la respiración es superficial. - La condición física es inferior a la media. - Presentan un desarrollo psicomotor más lento, con la prevalencia de alteraciones o deficiencias a nivel de: control motor, percepciones espacio-temporales, equilibrio, coordinación de pequeños y grandes segmentos corporales, trastorno del esquema corporal. Alteraciones del tono muscular (especialmente en el Síndrome de Down) y de la postura, lo cual dificulta conseguir un estado de relajación. - En cuanto a las características psicológicas y de relación social, diremos que son sujetos que necesitarán supervisión y soporte durante períodos muy prolongados de tiempo, o para toda la vida. - Trastornos del lenguaje (lenguaje oral reducido). - Trastornos de la personalidad. Estrategias de intervención Podríamos decir que uno de los recursos con los que cuenta la práctica psicomotriz es el juego corporal. A su vez, éste es el elemento convocante para el paciente, las sesiones son una invitación a jugar. El juego corporal es un fenómeno desplegado ante la presencia y la asistencia del psicomotricista; o sea, no solo se despliega un jugar frente al terapeuta, sino en muchos casos con el terapeuta, con todas las diferencias que se manifiestan en la práctica del jugar entre un paciente y una persona que desempeña un rol profesional. El juego corporal, las actividades grafo plásticas y el fenómeno inducido de la relajación son elementos de trabajo en la práctica psicomotriz. Esto se desarrolla en un ambiente amplio con la inclusión de objetos tales como pelotas, sogas, colchonetas, etc. La práctica grupal, casi una constante en el ámbito educativo, resulta un excelente recurso operativo en la tarea reeducativa o terapéutica, ya que le permite al individuo contar con un marco de contención y elaboración de las conflictivas relacionadas a los trastornos psicomotores, al mismo tiempo que posibilita la multiplicación de los fenómenos de identificación y proyección. El grupo terapéutico se configura como modelo y referencia para la transferencia de los aprendizajes a las situaciones de la vida cotidiana. La relajación El interés puesto por la psicomotricidad en lo corporal y lo tónico-emocional también abarca la temática de la relajación. Según Dupré: “Para la psicomotricidad reviste tanto interés el movimiento, al que subyace cierto comportamiento tónico, como el relajamiento, que no es simple inacción sino un comportamiento tónico específico, puesto que apunta justamente a la resolución tónica, al descenso del tono de fondo: a la distensión muscular.” . Tomando como base los métodos de Schultz, de Ajuriaguerra y de Berges, se organiza un procedimiento particular, no sugestivo, que tiene la suficiente sencillez esquemática para poder agiornarse y complejizarse como lo requiera la tarea, y acorde al paciente y al contexto. Julián de Ajuriaguerra dice al respecto: “El dialogo tónico que se instaura entre el paciente y el terapeuta en el momento de la curación debe ser comprendido, por una parte por lo menos, como una reviviscencia estructurante del diálogo corporal, de contacto y a distancia, que ha sido vivido entre el niño y la madre en los primeros meses de vida”. La relajación como el mapeo corporal, posibilita la reorganización de su esquema e imagen corporal, así como una vivencia placentera de quietud, posible cuando se instala una relación de confianza entre el terapeuta y el paciente. El juego corporal Representa para el sujeto el fenómeno convocante y el referente que le permite poner en palabras, explicar de forma sintética cuál va a ser su tarea, su hacer y, al mismo tiempo, darle un sentido a su presencia en el ámbito de la práctica psicomotriz. El jugar se constituye en la acción que articula al profesional y al paciente en un espacio lúdico, que potencia el valor de los objetos, que atempera las emociones violentas, que sensualiza los impulsos eróticos, impulsos que se hicieron presentes en casi todas las sesiones por parte de algunos de los pacientes. En relación con el jugar, el psicomotricista tiene la función de restituir, legalizar, dar permiso al juego corporal en todas sus modalidades, previendo la utilidad de su inclusión y participación corporal. El juego corporal implica la presencia del cuerpo y sus manifestaciones, como son los movimientos, los gestos, la mirada, el contacto, etc. También implica esencialmente, tomar y poner al cuerpo como objeto y motor del jugar. Dice Sara Paín: “El cuerpo se ensaya, se equivoca, se corrige, aprende”. El juego corporal habilita a la vehiculización del movimiento corporal para el encuentro con los objetos, con los otros y consigo mismo. Implicándonos en el juego del paciente, los psicomotricistas miramos qué juega, cómo juega y fundamentalmente, el contenido de ese juego. Desde el juego se puede comprender su forma de vincularse, sus conductas estereotipadas, sus temores y placeres, sus posibilidades o dificultades para acceder a un espacio simbólico, a reconocerse o desconocerse en una acción concreta, observamos también sus posibilidades de utilización del espacio y los objetos, su adecuación al tiempo, los niveles de coordinación motriz-instrumental, la posibilidad de equilibración del cuerpo, etc. Se observa la posibilidad que tiene el individuo de accionar con su cuerpo en función de sus necesidades e intereses y de las demandas que el medio le impone. Técnicas de sensopercepción La percepción y restauración en plenitud de las sensaciones corporales es la unidad básica en la expresión corporal, aquel que profundiza sobre el esquema corporal, integra en sus actividades aportes de otras disciplinas afines que también valorizan la capacidad de concentrarse, profundizar la percepción, regular el tono muscular, armonizar los movimientos del cuerpo para crear y comunicarse más satisfactoriamente. Dentro de este concepto de percepción y sensación, “la sensopercepción” como técnica de base se refiere específicamente a dos aspectos: 1) Todas las actividades prácticas cuyos objetivos son facilitar la posibilidad de registrar con creciente claridad los diversos estímulos que darán lugar a la elaboración de percepciones del propio cuerpo (imagen corporal) y del medio externo. 2) Un concepto y una técnica general de acercamiento sensoperceptivo a otros aspectos de la expresión corporal como por ejemplo: la comunicación, el desarrollo de las cualidades físicas, la sensibilización musical, la capacitación psicomotora y rítmica. Durante la práctica de sensopercepción, primordialmente se estimula el aparato sensorial para que entre en actividad: sensación-percepción. Promoviendo una mayor ejercitación de los órganos de los sentidos: exteroceptivos e interoceptivos. En ambos casos, desarrollar los aspectos que hacen al enriquecimiento de nuestro lenguaje corporal y profundizando sobre el esquema corporal. Esta experiencia permite mejorar la realidad corporal, y a su vez desarrollar cualidades físicas tales como: coordinación, equilibrio, fuerza, reacción; así como también percibir los diferentes puntos de apoyo. La sensopercepción como práctica pretende recuperar y enriquecer la vivencia del propio cuerpo para la danza, para la vida. Es una práctica de descubrimiento y despliegue del potencial que existe en cada persona. El juego Utilizar todas la herramientas desde el enfoque lúdico, en una dialéctica permanente entre su yo y el mundo, que conozca su cuerpo, como medio de acción, intermediario entre sí y el mundo. Que se encuentre con el placer de jugar, con sus manos, con sus pies, con todos sus segmentos, descubrir la posibilidad de modificar su cuerpo si es necesario y desplazarlo, asimismo encontrarse con el placer de vivenciarlo, del movimiento en sí mismo. Tener como objetivo el progresivo aprendizaje sobre el dominio corporal, sin sentir culpas, enfocándolo siempre a través del juego. Hacer hincapié en todo tipo de proyección de ella sobre el espacio, brindándole una posibilidad de configuración tónico-posturo-motriz y permitiéndole encontrase sin presencia de temores e imposiciones, sino a partir de la libertad de su persona, de su faceta genuina escondida y singularidad propia que la acompaña como individuo. Dice Winnicott: “El juego es una experiencia siempre creadora y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica de vida”. La creatividad forma parte de la experiencia vital de una persona, es decir que cada uno, en el origen, es creativo, en el sentido del despliegue de lo más personal, lo más propio y oculto de cada persona. Más tarde, en los tratamientos psicoanalíticos, el jugar es esencial porque en el jugar el paciente es creativo; un tratamiento debe ofrecer oportunidades para la experiencia informe y para los impulsos creadores, motores y sensoriales, que constituyen la materia del juego. Sobre la base de éste se construye toda la experiencia experiencial del hombre. Técnicas grafo plásticas El acto gráfico es un concepto que nos remite a un procedimiento general, en el cual pueden tener cabida el dibujo, la escritura alfabética, o toda acción que deje una marca o trazo, que cobre un sentido para el otro. La huella gráfica, por muy primitiva que sea, es un acto de soledad e implica una distancia con la acción directa en el espacio, que no deja huella. Es donde el sujeto no solo marca la hoja, sino que inscribe en él una experiencia muy particular que, a un nivel fundante, recrea el encuentro del hombre con los trazos que encadenan distintas representaciones, obviando a su vez una de las dimensiones espaciales, la de la profundidad. Dice Doltó al respecto: “todo sujeto puede llegar, después de cierto tiempo de vida, a poner en el papel lo que sintió de manera táctil”. Por otra parte, otro recurso de intervención es el juego de roles, para la enseñanza de habilidades sociales a través del juego. El juego de roles es una técnica útil para captar el interés de los jóvenes y les permite simular una amplia gama de interacciones aplicables en la institución donde se desenvuelven, en la comunidad y que a futuro también los acerque a la integración laboral. Para alumnos con discapacidad intelectual, el juego de roles puede ofrecer la oportunidad de practicar conversaciones informales apropiadas, una destreza clave para ser aceptado en el trabajo. Holmes y Fillary (2000) sugieren el uso del juego de roles para ayudar a los jóvenes adultos con retraso mental a desarrollar automáticamente la conversación apropiada a utilizar en el trabajo. Una interacción que incluya errores sociales, para detectarlos y corregirlos en un ejercicio posterior. Algunos de los errores podrían incluir tópicos inapropiados para la conversación breve; respuestas demasiado largas o no responder cuando corresponde hacerlo; una respuesta demasiado detallada y utilizar la fórmula de conversación breve cuando no es lo apropiado. Las habilidades sociales son técnicas esenciales para implementar en los jóvenes con discapacidad mental, ya que implica el aprendizaje cooperativo, la participación en programas de aprendizaje social y emocional, fomentando la adquisición de estas destrezas. Adicionalmente, un clima positivo apoya el aprendizaje social, ofreciendo un entorno donde todos los pacientes son valorados y respetados.

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