viernes, 18 de mayo de 2012

Prejuicios de la inteligencia

Por Daniel Ulanovsky Sack - Clarin 12 de mayo 2012 Antes era peor. En mi escuela primaria –pública– había dos divisiones de cada grado: la A y la B. No se conocía criterio escrito sobre por qué ingresábamos a una o a otra, pero lo sabíamos. Nadie apostaba por el azar : era la inteligencia. ... Los “mejores” estábamos en el A, los que demostraban ciertos tropiezos, en el B. Tengo algún recuerdo patético de los susurros que explotaban cuando un compañero era pasado a la otra división. “ No le da ”, decían –o decíamos, pero me da vergüenza utilizar una primera persona que hoy considero ajena–. ¿Antes era peor? Quizás esté equivocado. Ahora existen leyes y consensos para lograr que los chicos con discapacidad se integren a las aulas. Por ellos, pero básicamente por los otros: para que sepamos convivir con lo que nos genera extrañeza o temor y ver que allí hay un espacio para crear lazos. Me quedan dudas, sin embargo, acerca de si esta tendencia marca un cambio profundo o es pura cosmética, fruto del almíbar de lo políticamente correcto , y lo que antes se decía en voz baja hoy se piensa en silencio. Las leyes avanzaron, las mentes no tanto. La inteligencia es prejuiciosa, quiere más inteligencia, no más diversidad. Todos nos ilusionamos con hijos que se destaquen y nos enorgullecemos con el sueño de que sean reconocidos por su capacidad, entre otras cosas. ¿Por qué eso estaría mal? Lo que sí resulta oscuro es que ese deseo opaque otras formas de comunicarse, que se las denigre. Se puede tener discapacidad intelectual y saber acompañar . Y querer. O dar abrazos en medio de las sonrisas. Compartir. Hacer sentir al otro que uno es importante. Para algunos parece poca cosa. Los padres de chicos con síndrome de Down se suelen golpear la cabeza. al principio. El hijo será lelo, tonto. De a poco, confiesan, reciben tanto que se sorprenden . Juegan, aman, tienen algún bajón, se preocupan, festejan los logros: hay vida, y mucha, más allá de la inteligencia.

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