miércoles, 12 de febrero de 2014

Buscan que no haya más chicos sordos

Los dispositivos que permiten escuchar ya se pueden colocar en bebés de un año Cuenta él que hay una historia que todavía lo hace emocionar. La historia de una mujer sorda que tuvo un bebé y que creyó que iba a perderse todo: escucharlo balbucear, escucharlo reírse, escucharlo, algún día, decir mamá. Hasta que un día él -cirujano, otorrino, experto en el área de implantes auditivos- le colocó un implante coclear y le devolvió justamente eso: la posibilidad de conectarse con el mundo. Quien lo llamó, llorando, fue el marido de esa mujer: decía que ella acababa de oír, por primera vez, el llanto de su bebé. "Es que los avances tecnológicos están poniendo a la sordera en jaque", explica él, Mario Zernotti, el cirujano cordobés que en 2006 hizo el primer implante coclear electroacústico del continente. Un implante coclear es un pequeño dispositivo electrónico que se implanta detrás del oído y permite a los pacientes con severas pérdidas auditivas volver a escuchar. "Hace 20 años, sólo se colocaba un implante coclear a una persona con sordera total. Pero cuando eso sucedía, esa persona ya estaba aislada del mundo: había pasado toda su vida sin haber podido escuchar ni una noticia, ni el llanto de su hijo ni la bocina que le tocaban para evitar un accidente. Ahora, en cambio, ya podemos hacer implantes en bebés de un año, por lo que ese bebé no comienza una vida con una discapacidad sino que se integra a la vida normal", continúa. Alexander Vélez es uno de ellos. "Nació sin orejas producto de una malformación congénita y cuando cumplió los tres añitos le colocaron los implantes -cuenta Jorge, su abuelo, desde Catamarca-. Creímos que estaba destinado a ser sordomudo, con problemas en la escuela, aislado, pero ahora escucha perfecto, terminó el jardín y apenas le cuestan algunas letras". En la Argentina, según el último censo, hay unos 700.000 hipoacúsicos, es decir, personas con una incapacidad total o parcial para escuchar sonidos. De ellos, el 13% son sordos profundos. Lo que podría cambiar radicalmente, en caso de que más gente tuviera acceso a esta tecnología, es la calidad de sus vidas. "El resultado de estos implantes depende del origen de la sordera. Algunos sólo van a lograr percibir sonidos, pero la gran mayoría va a poder entender todo lo que escucha. Y aunque algunos no puedan recuperar la totalidad de la audición, sólo percibiendo sonidos le devolvés la posibilidad de conectarse con el mundo: es como si a un ciego le permitieras ver, aunque sea, en blanco y negro", agrega Zernotti. Los avances tecnológicos están llegando tan lejos que hasta permitirían augurar el fin de nuevos niños sordomudos: "Eso depende mucho del sistema sanitario de cada país. Si se ocupan de estudiar bien a los niños al nacer, si se hace el diagnóstico correcto y luego el implante, el fin de la sordomudez está a la vista", agrega el médico colombiano Jaime Gustavo Hernández Uribe. Si bien la sordera es una afección minimizada -suele creerse que es peor ser ciego, por ejemplo- ya la consideran una de las enfermedades del futuro. La Organización Mundial de la Salud anunció en julio que las enfermedades de los órganos sensoriales están en el top 4 de las enfermedades del futuro (después del cáncer, de las enfermedades neuropsiquiátricas y las cardiovasculares). Además, el National Institute of Health de Estados Unidos alertó sobre el "Planeta ruidoso", lo que significa que el bombardeo constante de ruido va a generar un aumento notable de personas con pérdida auditiva. En la Argentina, el Plan Médico Obligatorio (PMO) cubre los costos de los implantes, aunque en la práctica hay obstáculos: poca información, pocos cirujanos capacitados para hacer la cirugía y pocas compras (el año pasado el gobierno compró solamente 32 dispositivos, como si fueran artículos de lujo). Aún a pesar de eso, ya hay más de 5.000 argentinos implantados: muchos son ancianos que vivían aislados en un rincón, sin autonomía, sonriendo en silencio sin entender nada de lo que pasaba a su alrededor. Muchos otros son bebés a quienes ya no les espera una vida signada por el aislamiento, depresión, agresividad y falta de lenguaje. Tendrán, en cambio, la fortuna de poder oír a sus madres, a sus juguetes y al mundo, como cualquier otro chico.

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