lunes, 11 de marzo de 2013

Espiritu de superación (La Mañana Neuquén 09/03/2013)

Por LAURA HEVIA Neuquén > A los 33 años, Nadia Heredia ejerce con felicidad su cargo como docente universitaria. En el año 2002 se recibió como licenciada y profesora de Filosofía y Letras en la Universidad del Comahue y actualmente es doc...ente en las carreras de Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación. Desde su infancia y hasta la actualidad tuvo que superar distintos obstáculos para poder concretar sus sueños y llegar hasta donde está hoy. Los mismos obstáculos que miles de personas con discapacidad deben afrontar cada vez que deben lidiar con calles y veredas rotas o no preparadas para su circulación. Su lucha la llevó a integrar la Comisión de Accesibilidad de la mencionada universidad donde trabajan en defensa de los derechos de los estudiantes que poseen alguna discapacidad y en pos de la igualdad de condiciones. Gracias a su perseverante personalidad, el apoyo de su familia y amigos confiesa que pudo cursar todos sus estudios. Sin embargo, reconoce que estudiar y trabajar es un desafío. Aclara que “si hay algo interesante que decir, no es sobre mí, sino sobre los contextos que toman como extraño algo que tendría que ser habitual”. Con esas palabras Nadia comienza la conversación y confiesa que no le gusta sentirse un ejemplo, pero espera poder transmitir una experiencia de vida. “Todos tenemos limitaciones de alguna forma, algunas más visibles que otras, pero de alguna forma se pueden lograr cambios en uno y en los contextos en los que uno participa”, explica. “Mi discapacidad puede ser un ingrediente”, sostiene. Desde pequeña Nadia tuvo que afrontar una enfermedad que la dejó en silla de ruedas. Sin embargo, siempre luchó para poder tener acceso a los mismos derechos que los demás. Cursó sus estudios en la Escuela Primaria 121 e hizo la secundaria en el CPEM 23, y cree que el apoyo que encontró en su familia, amigos e instituciones por las que circuló le permitieron poder concretar sus estudios. “El secundario lo tuve que hacer sin que me cuenten las faltas porque por problemas de salud faltaba mucho, entonces los directivos accedieron a que no se me cuenten las faltas. Es una acción viable y hay muchas instituciones educativas que no lo hacen y los chicos pierden el año, y estas cuestiones determinan que algunos no quieran seguir”, destaca. En el secundario, Nadia tuvo preferencia por las materias en las que debía leer. Por el contrario, Matemática era la que menos le gustaba. Esa predilección la motivó a estudiar Filosofía. En 1998, comenzó el primer año de su carrera que terminaría a término y con un promedio excelente. “Hay cuestiones que son fundamentales como la familia y el acompañamiento que tuve en cada una de las instituciones educativas que estuve. De alguna forma, acompañaron y facilitaron procesos, más que dificultarlos”, explica. Derechos Una vez en la universidad hizo todo lo posible para cursar las materias sin dificultades y que la institución tuviera en cuenta sus necesidades. “Me encontré con un edificio completamente inaccesible. Por esto, debía pedir que las materias se cursen en la planta baja. El contexto tenía que adecuarse a mí ya que ellos no me tuvieron en cuenta”, recuerda. Con los años, la institución se adecuó a su pedido, aunque hubo excepciones y debió enfrentar el caso de profesores que se negaban a hacerlo. “Para mí fue una etapa de estudio al cien por cien y de crecimiento, ver las cosas desde otras perspectivas”, confiesa. Nadia recorre los pasillos de la universidad en su silla de ruedas sin dificultades. Por donde pasa cruza saludos con estudiantes, colegas y personal de la institución. Antes de comenzar a cursar cuenta que un grupo de estudiantes inició una serie de reclamos para que la universidad reconozca sus derechos. Esto sentó un precedente para la creación de la Comisión de Accesibilidad, que actualmente funciona en la sede central. Por allí Nadia pasó muchas veces como estudiante y como trabajadora. Imparable En el año 2002 se recibió de profesora y licenciada de Filosofía y al año siguiente comenzó a dar clases en la universidad. Desde entonces no para, ya que le gusta hacer “un montón de cosas”. Actualmente, ejerce como docente en las carreras de Psicología, Filosofía y Ciencias de la Educación. Además fue profesora en el colegio Padre Fito e integra el Comité de Bioética de la Subsecretaría de Salud de la provincia. “Me encanta todo lo que hago y cuando empiezo me engancho con otras cosas y cuando me quiero dar cuenta, tengo un montón de cosas. Soy inquieta y me gusta disfrutar de lo que hago, pero lo que más me gusta es dar clases en la universidad”, comenta alegre. “Me gusta pensar que todo es un aprendizaje y que sin aprendizaje todo se torna aburrido. Toda situación tiene algo bueno y algo malo y hay que tratar de recuperar lo bueno y aferrarse a eso”, explica. Con este optimismo, un carácter fuerte y persistente, Nadia pudo lograr su sueño. Cree que la sociedad es la que debe garantizar los derechos de las personas con discapacidad para que lograr las metas no sea para algunos pocos. “En la universidad a veces se complica, pero la idea es trabajar sobre la sociedad para que, en vez de hacerlo más difícil, facilite las cosas”, sostiene. “Muchas personas quieren salir de su casa y tienen las veredas y calles rotas no tienen un transporte público para decidir ir a la escuela o al trabajo. Partiendo de esa base, donde no tenemos garantizados los derechos mínimos, todo el resto es una odisea”, resalta. Asegura que “uno nunca va a ser tan exitoso, lindo o perfecto como la vida que te muestra la televisión. La realidad es compleja para todos, nadie nos dijo que iba a ser fácil. A mí se me dificultan algunos aspectos, pero hay gente a la que se le dificulta aún teniendo todo. Hay que aprender a captar lo viable y tratar de hacerlo, pero no es fácil eso”.

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