viernes, 25 de abril de 2014

Las trampas de la asistencia

Por Mercedes Monjaime Aguiar * Tanto en los colectivos de personas con discapacidad como en los lgbt nos ha sido difícil pensar las diversidades hacia adentro, por eso es tan complicado hablar de diversidad sexual y discapacidad: porque todavía no hay conocimiento construido colectivamente. En lo que hace a las cuestiones vinculadas a las mujeres con discapacidad pasa lo mismo. Ni las feministas han tratado con profundidad el tema de la discapacidad, ni los colectivos de PcD se han adentrado en los temas de género. La discapacidad se piensa desde una mirada medicalizada. Y, sin embargo, no alcanza con el discurso médico, aquí también corre el “nada sobre nosotros sin nosotros”. Lo cultural pesa en que algunos/as compañeros/as con discapacidad tengan dificultades para acceder a un partenaire sexual. La discriminación hace que no se pueda tolerar que alguien que se vea atraído por otro no responda mínimamente al modelo. Sin embargo, aquellas personas con discapacidad que están limitadas para acceder a la sexualidad, al contrario de lo que se piensa, son un grupo muy limitado. Existen casos muy extremos, que son los que se ponen de ejemplo al intentar introducir la asistencia sexual en el mercado. La asistencia sexual me hace ruido y me abre preguntas. ¿Qué tan progresista es? ¿No repite, tal como su nombre lo indica, el modelo asistencialista? ¿Por qué debe venir un profesional a enseñarme cómo erotizar a mi compañera o a mí misma con música, con la oreja, con la lengua? ¿No repite el modelo médico que les quita saber a la personas con discapacidad y se lo otorga a los profesionales? ¿No puede ser un grupo de compañeros de activismo en discapacidad quienes nos ayuden a construir conocimiento sobre las posibilidades sexuales, como hacen muchas feministas y lesbianas en talleres de erotismo? ¿Quién dijo que una persona con discapacidad necesita que se le enseñe a erotizar de manera más profesional que cualquier hijo de vecino? La asistencia sexual además se puede transformar en comercio sexual a cambio de dinero. Algunos compañeros con discapacidad ya son usuarios de prostitución y seguramente lo seguirán haciendo, no es nuevo. Lo que me hace ruido es el intento por instituirlo como algo profesional. ¿Quiénes harán esta asistencia corporal como masturbar o concretar un coito? ¿Hay posibilidades de que algún colectivo de mujeres sea explotado por necesidad de las personas con discapacidad? * Activista en DD.HH. de Personas con Discapacidad (PcD) y en diversidad sexual

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