lunes, 30 de mayo de 2011

Informe sobre accesibilidad en Neuquén

Por GUILLERMINA WATKINS (La mañana Neuquén)

Numerosos edificios públicos son inaccesibles para personas con sillas de ruedas o muletas.

Neuquén > Imagínese intentando caminar por la ciudad con los ojos vendados o en una silla de ruedas; pídale –en caso que no sea su caso- un cochecito de bebé a una amiga/o; piénsese a los ochenta años caminando por el centro de la ciudad, intentando ir a un banco, a un edificio público, a un comercio o restaurante. Todos los casos, bien distintos entre sí, le arrojarán una respuesta única: imposible.
Neuquén, como tantas otras ciudades del país, posee demasiadas barreras arquitectónicas y edilicias que dificultan la accesibilidad de las personas con movilidad reducida. Pero el peor enemigo del discapacitado, además de los escalones, la falta de barandas y las veredas rotas, es la inconsciencia social; es decir, la persona egoísta que estaciona ante las rampas en las esquinas, el que no respeta las divisiones en la acera, el que construye un edificio sin seguir la ordenanza municipal que obliga a colocar una rampa, el que no arregla sus veredas y el que no coloca un baño para discapacitados o las escaleras públicas como debería.

Veredas que hablan
En un recorrido por el centro de la ciudad, que de a poco se va modernizando, el relevamiento dio los siguientes datos: el mal estado de las veredas se compone de baldosas rotas, flojas, desniveles exagerados, rampas de las esquinas deterioradas (y algunas al punto que dejaron de existir como tal), mal señalizadas y construidas más altas de lo que deberían según la Ley Nacional 24.314 y la Ley Provincial 2.123.
“Con las calles así no podés improvisar un recorrido. No podés levantarte una mañana y decir ´voy al centro´ porque lo más probable es que no llegués a hacer nada de lo que querías, o porque las veredas están imposibles o porque no hay rampas en todas las esquinas, o porque si están rotas no podés subirlas solo”, comenta Manuel Encina, de 33 años, discapacitado motriz hace más de 28 años.
“No poder” se convierte en la frase más usada por él y tantos otros que están en la misma situación cuando deciden mezclarse con los que sí pueden caminar. “Si quiero ir a un bar tengo que ver si puedo subir la silla de rueda, si tienen baño para discapacitados. Si voy a comprarme ropa no puedo entrar a los lugares y si ando mucho por la calle como están las baldosas me termina doliendo la cabeza y el cuerpo de tanto salto”, continúa Manuel.
Así, las zonas de los bancos terminan convirtiéndose en una especie de laberinto para las personas con movilidad reducida. Hay datos más llamativos: cuando se cruza la ruta, del lado de J.J. Lastra y la Avenida Olascoaga, no hay rampa para subir. Es decir que aquella persona que va en silla de ruedas o traslada un carrito de bebé no puede acceder inmediatamente a la vereda, quedando expuesta a la cantidad de autos que permanentemente doblan y cruzan por allí.
Las farmacias, algunos bancos privados, cajeros automáticos, teléfonos públicos, algunas escuelas, edificios públicos que no han sido reformados, entre otros, se suman a la larga lista negra que imposibilita el libre acceso.
Como si fuera poco, entrar a algunos museos de la ciudad es imposible. El actual Museo Nacional de Bellas Artes tiene un piso de piedras que dificulta la entrada de la silla de ruedas. No es el caso de la plaza seca en la zona de las vías, “ése sería el lugar ideal para nosotros. Ojalá la ciudad tuviese más terrenos tan planos, tan horizontales”, o los nuevos edificios de la Legislatura, la Municipalidad y los bancos nacionales y provinciales que sí permiten el libre acceso.

Políticas públicas
Según el defensor del Pueblo, Juan José Dutto, “la discapacidad –en términos generales- es un tema pendiente de solución, aún cuando las leyes nacionales, provinciales y locales establecen claramente que se debe promover la plena integración de este colectivo social”.
Por ejemplo, en 1981 fue promulgada la Ley 22.431 que establecía en su capítulo 4 la obligatoriedad de proyectar y construir edificios accesibles para personas que utilizan sillas de ruedas. Tres décadas después, numerosos edificios de uso público continúan siendo inaccesibles, y, salvo contadas excepciones, se siguen construyendo edificios a contramano de estas normas. De hecho, en la Defensoría hay varias denuncias de edificios particulares donde las rampas exceden la medida requerida.
Según Dutto, “la inaccesibilidad física llega a determinar la exclusión escolar, impide el acceso al trabajo, a la recreación, a los centros de salud y, en definitiva, conspira contra la autonomía de las personas con limitaciones de desplazamiento, sometiéndolas al aislamiento. La falta de equiparación de oportunidades se traduce, en la práctica, en exclusión, y la persona que no resulta integrada “vegeta” socialmente y esta situación deteriora su salud”.
Por su parte, la defensora adjunta del Pueblo, Graciela Bordieu, agrega que “desde la Defensoría hemos reclamado al municipio que controlara todo lo que contemplan las leyes y, cuando es una obra privada, le decimos que vayan y controlen. Un caso típico es en elecciones cuando los discapacitados no pueden ejercer su derecho de voto porque muchas de las escuelas no tienen rampa”.
Hay varios aspectos a tratar para lograr una ciudad accesible. “Europa tiene ciudades muy viejas que han hecho las modificaciones pertinentes para que un discapacitado pueda ir a museos, a eventos públicos, calles, festivales, etc. Neuquén también podría hacerlo”.
Hablar de discapacidad hoy no es lo mismo que en los años 50; mientras que antes se escondía a los discapacitados, hoy se discute la inclusión. Entonces, una ciudad accesible, habitable, no debiera ser imposible.

Otras trabas
El tema del transporte público es otro gran conflicto. En la actualidad el 10% de la flota de Indalo posee pisos bajos o rampas. Con la nueva licitación que acaba de ganar la empresa, se estima que sea un 60% el total según lo que anunció Ismael Infante, gerente de Marketing de Indalo. A eso habrá que sumarles los que van a Plottier que, por ser de larga distancia, incluyen espacios para los discapacitados.
Por otro lado, existiría un proyecto para armar una flota de taxis para discapacitados, pero las pólizas para discapacitados aún no habrían sido otorgadas.

Por una ciudad accesible
Además de las iniciativas de la Defensoría del Pueblo y los proyectos de Acción Social, o algunos puntos que determinados candidatos de las próximas elecciones han sumado a su pliego de propuestas, Manuel Encina, como representante de la ONG Acceso Ya en Neuquén, también tiene sus propuestas.
El 20 de marzo de este año, se organizó una 6º edición del Rallydad en Buenos Aires y el primero en la ciudad con la consigna de juntar firmas para proponer la promulgación de una ley que declare el 15 de marzo como el Día Nacional de la Accesibilidad para personas con capacidades reducidas, entre ellos los no videntes, discapacitados en sillas de ruedas, gente que usa bastones, canadienses y también obesos, ancianos y mujeres que acaban de parir, entre otros.
“La idea es plantear dentro de la discusión pública, política y social, el hecho de que hay millones de barreras arquitectónicas, urbanas y sociales. Nos sale un árbol enorme en el frente de la casa y a esa persona “normal” no le molesta, pero a personas que tenemos dificultades de movilidad, eso ya nos complica la vida. Entonces creemos que la accesibilidad comienza en cada uno porque cada uno hace más o menos accesible la vida del otro con su quehacer diario, con su actitud. Si vos llegás con tu auto y tapás una rampa le estás cortando la accesibilidad a otro”, señala Encina.
Asimismo, el 3 de diciembre se realizará una actividad denominada “Yo tapé una rampa” desde la ONG Acceso Ya, como forma de llamado de atención social, donde se teatralizará la situación de una persona que tapa con su auto una rampa y jugaremos a ver quién se pone de cada lado y cómo se actúa.
Manuel aclara que él es una persona en silla de ruedas bastante “kamikaze” ya que, a diferencia de otros chicos que han quedado en silla de ruedas tanto por accidente como por un problema genético como el suyo, no se animan a salir a la calle justamente por el estado de las veredas y la dificultad de acceder a determinados lugares.
“Mi idea es generar conciencia social en los jóvenes. Un político puede hacer una ley que genere cambios, pero si yo cambio la cabeza de la gente para que ayude a mantener rampas o mantener cuidadas sus veredas, eso perdurará más en el tiempo y hará la ciudad más habitable para todos”, concluye.

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